
“Por aquí pasaron mis tres hijos… y hoy pasan cientos más” Eso decía con orgullo Octavio Dotel cuando hablaba del Colegio Santa Bárbara, su obra más querida, un espacio donde apostó todo por la educación, la formación en valores y el futuro de su gente.
Pero hoy, ese sueño vibra con una tristeza profunda. El exlanzador de Grandes Ligas perdió la vıdą tras quedar atrapado por más de 11 horas bajo los escombros del techo colapsado de la discoteca Jet Set, en Santo Domingo. Fue rescatado con vida, pero su estado era crítico. Falleció en el trayecto al Hospital Central de las Fuerzas Armadas.
Dotel no solo fue un ícono del béisbol. Brilló en la MLB durante 15 temporadas, fue campeón con los Cardinals en 2011, registró más de 1,100 ponches y fue exaltado al Pabellón de la Fama del Deporte Dominicano en 2024. Pero más allá del montículo, soñaba con transformar vıdąs. Por eso creó un colegio, un centro deportivo y un hogar de oportunidades para cientos de niños.
Cada jueves se encontraba con Dios. En su culto, encontraba calma. En su colegio, propósito. Le gustaba recordar que “la pelota es una lotería, pero la educación… esa sí garantiza un futuro”.
Hoy, ese legado se siente más fuerte que nunca. Su colegio sigue en pie. Las risas, los aprendizajes, los sueños que él sembró no se detendrán. Porque Octavio Dotel no fue solo un atleta. Fue un sembrador de futuro.