
Una mujer dedicada al periodismo ha decidido alzar la voz tras vivir una experiencia que transformó su cotidianidad en una espiral de miedo. Luego de que su residencia fuera irrumpida por desconocidos en el año 2022, ha enfrentado un silencio absoluto por parte de las autoridades, sin respuestas ni protección, a pesar de haber denunciado lo sucedido desde el primer momento.
Con el paso del tiempo, lo que comenzó como una violación a su espacio personal, se ha convertido en un estado constante de inseguridad. La falta de acción por parte de la fiscalía de su provincia ha profundizado su desconfianza, y hoy continúa viviendo lejos de su hogar, refugiada en la capital. El miedo ha reemplazado la estabilidad que una vez tuvo.
En su lucha por encontrar justicia, ha recurrido a medios de comunicación para exponer la negligencia que, según afirma, ha enfrentado durante años.
Sostiene que sus investigaciones periodísticas, centradas en temas delicados, podrían haber provocado represalias en su contra. A pesar de no señalar culpables, cree que su trabajo ha incomodado a personas con poder.
El caso ha reavivado el debate sobre los riesgos que enfrentan quienes se dedican a informar con valentía en el país.
La necesidad de crear mecanismos eficaces de protección se vuelve más urgente cuando la denuncia queda archivada, y la víctima permanece en el abandono institucional.