
A partir del inicio de la pandemia, Rubby Pérez adoptó una rutina nocturna que se convirtió en parte esencial de su día: orar a las 10 de la noche. Este acto de fe, que él consideraba como un espacio de conexión directa con Dios, no solo era un momento personal, sino también de intercesión por otros.
La salud de los profesionales en la línea de frente, como médicos y enfermeras, siempre ocupaba su primer lugar en sus oraciones. Rubby expresaba con firmeza que sin ellos, la sociedad no podría mantenerse a salvo, por lo que pedía por su protección y bienestar.
La importancia de los policías y bomberos también formaba parte de sus plegarias, resaltando la valentía y el sacrificio que implican sus trabajos.
Cada noche, Rubby dedicaba tiempo también para orar por su familia, sus hijos y hermanos, uniendo a sus seres queridos en este acto de fe.
Solo al final de sus oraciones, pedía por sí mismo, solicitando salud para su voz, que era la herramienta que le permitía seguir cantando.
Su enfoque era claro: ante la adversidad, la empatía por los demás siempre debía ser la prioridad.
Para él, la solidaridad y el sacrificio de los que trabajan en la sombra, a menudo sin reconocimiento, eran los verdaderos pilares de la sociedad.