Lo que ocurrió el pasado 8 de abril en Santo Domingo dejó un impacto incalculable. Entre los cientos de personas afectadas por el colapso del Jet Set, una de las historias más conmovedoras fue la de dos jóvenes esposos, cuyo vínculo había sido inspiración para muchos dentro de su entorno social y profesional.
Se trataba de una pareja muy conocida en distintos círculos de la capital, quienes compartían no solo una vida familiar sólida, sino también un compromiso con proyectos comunitarios y culturales. La noche del desastre estaban en el lugar, y sus nombres pasaron a formar parte de una larga lista de ausencias imposibles de aceptar.
Una de sus amigas más cercanas quiso rendirles homenaje publicando un fragmento de su celebración matrimonial, donde se les veía entre risas, abrazos y una felicidad palpable. Aquel instante, simple y luminoso, contrasta profundamente con la realidad actual: un recuerdo vivo en medio de tanto luto.
Este hecho marcó a toda una generación que los vio crecer y prosperar juntos. Hoy, su legado no se mide solo por lo que hicieron, sino por el amor sincero que irradiaron. Aunque su ausencia pesa, quienes los conocieron siguen evocando su energía, su entrega mutua y la calidez con la que tocaron tantas vidas.